Irene Buenaventura está a punto de descubrir que tiene la sensibilidad de comunicarse con el más allá. La última vez que susurros inexplicables llegaron a sus oídos fue en el Gran Hotel: el lugar de trabajo de su tía Otilia.
Lo cierto es que la edificación guarda un tenebroso misterio: incrustado en una de sus paredes, se descompone el cuerpo de Américo Esquivel, dueño del hotel y quien fuera asesinado por Julieta Falquez, su sobrina, y por sus colaboradores. Los asesinos no pueden aceptar que el viejo no revele el paradero de una guaca que ha escondido en el hotel y lo matan. Antes de desfallecer, Américo maldice con la muerte a todo aquel que se atreva a acercarse a su tesoro. Sin embargo, sus asesinos continúan con la búsqueda del tesoro, al tiempo que le hacen creer a todos que Américo ha huido para no enfrentar la inminente quiebra del Gran Hotel.
La noticia de la desaparición de Américo hace que Otilia, la ascensorista, tenga el peor de los presentimientos. Ella no cree que Américo haya huido justo el día en que acaba de confesarle que fruto del romance furtivo que han mantenido por años, hay una hija. Para averiguar lo que realmente le ocurrió al viejo, renuncia a su puesto en el hotel y le pide a Irene que la reemplace. Sin saberlo, Irene se enfrenta a descubrir los pormenores de la muerte de su propio padre aceptando por fin su sensibilidad paranormal.
Por esos días también llega al hotel Miguel Toro, un ingeniero civil, experto en encontrar tesoros. Precisamente la búsqueda de un cofre lleno de perlas lo alejó hace cinco años de la mujer con la que estaba a punto de casarse: Julieta. Ella finge haberlo perdonado por el desplante, para que Miguel vuelva a buscar la guaca que esconde su tío. Miguel inocente del homicidio y de la maldición Américo, acepta el trabajo.
El tiempo pasa y el tesoro no aparece. Por eso cuando se descubre que Américo y Otilia tuvieron una relación, Julieta convence a Miguel de que acercándose a Irene podrá obtener alguna pista. Acercarse a Irene no parece tan difícil, pues ella ya se ha enamorado de la calidez de Miguel. Sin embargo con el tiempo, la ternura de Irene hace que él se enamore de ella también.
El romance avanza pero ni Miguel obtiene información de la guaca ni Irene encuentra la manera de comunicarse con Américo. Lo único que aparece es el cuerpo sin vida del viejo, pero misteriosamente no es encontrado entre las paredes donde había sido escondido, sino en el patio de la casa de Otilia. Por supuesto esto hace parte del magistral plan de los asesinos para no pagar por su crimen. Otilia va a la cárcel, Américo se llena cada vez de más furia, Miguel se da cuenta que ha estado trabajando para el enemigo e Irene descubre que fue engañada.
La única que puede ordenar todo este caos es Irene, pero para ello tendrá que lograr que los muertos se reconcilien con los vivos y los vivos con los muertos, para que por fin todos descansen en paz.